miércoles, 25 de marzo de 2015

Ejemplos de Romanceros

Romance de la amiga de Bernal Francés


Sola me estoy en mi cama
namorando mi cojín;
¿quién será ese caballero
que a mi puerta dice: «Abrid,,?
-Soy Bemal Francés, señora,
el que te suele servir
de noche para la cama,
de día para el jardín.-

Alzó sábanas de holanda,
cubrióse de un mantellín;
tomó candil de oro en mano
y a la puerta bajó a abrir.
Al entreabrir de la puerta
él dio un soplo en el candil.

-¡Válgame Nuestra Señora,
válgame el señor San Gil!
Quien apagó mi candela
puede apagar mi vivir.
-No te espantes, Catalina,
ni me quieras descubrir,
que a un hombre he muerto en la calle,
la justicia va tras mí.-

Le ha cogido de la mano
y le ha entrado al camarín;
sentóle en silla de plata
con respaldo de marfil;
bañóle todo su cuerpo
con agua de toronjil;
hízole cama de rosa,
cabecera de alhelí.

-¿Qué tienes, Bernal Francés,
que estás triste a par de mí?
¿Tienes miedo a la justicia?
No entrará aquí el alguacil.
¿Tienes miedo a mis criados?
Están al mejor dormir.
-No temo yo a la justicia,
que la busco para mí,
ni menos temo criados
que duermen su buen dormir.
-¿Qué tienes, Bernal Francés?
jNo solías ser así!
Otro amor dejaste en Francia
o te han dicho mal de mí.
-No dejo amores en Francia,
que otro amor nunca serví.
-Si temes a mi marido,
muy lejos está de aquí.
-Lo muy lejos se hace cerca
para quien quiere venir,
y tu marido, señora,
lo tienes a par de ti.
Por regalo de mi vuelta
te he dar rico vestir,
vestido de fina grana
forrado de carmesí,
y gargantilla encarnada
como en damas nunca vi;-
gargantilla de mi espada,
que tu cuello va a ceñir.
Nuevas irán al Francés
que arrastre luto por ti.


ANÓNIMO

http://www.poesiacastellana.es/poema.phpid=ROMANCE%20DE%20LA%20AMIGA%20DE%20BERNAL%20FRANC%C9S&poeta=An%F3nimo



Romance de la doncella guerrera


Pregonadas son las guerras   de Francia para Aragón, 
¡Cómo las haré yo, triste,   viejo y cano, pecador! 
¡No reventaras, condesa,   por medio del corazón, 
que me diste siete hijas,   y entre ellas ningún varón! 
Allí habló la más chiquita,   en razones la mayor: 
—No maldigáis a mi madre,   que a la guerra me iré yo; 
me daréis las vuestras armas,   vuestro caballo trotón. 
—Conoceránte en los pechos,   que asoman bajo el jubón. 
—Yo los apretaré, padre,   al par de mi corazón. 
—Tienes las manos muy blancas,   hija no son de varón. 
—Yo les quitaré los guantes   para que las queme el sol. 
—Conocerante en los ojos,   que otros más lindos no son. 
—Yo los revolveré, padre,   como si fuera un traidor. 
Al despedirse de todos,   se le olvida lo mejor: 
—¿Cómo me he de llamar, padre?   —Don Martín el de Aragón. 
—Y para entrar en las cortes,   padre ¿cómo diré yo? 
—Besoos la mano, buen rey,   las cortes las guarde Dios. 
Dos años anduvo en guerra   y nadie la conoció 
si no fue el hijo del rey   que en sus ojos se prendó. 
—Herido vengo, mi madre,   de amores me muero yo; 
los ojos de Don Martín   son de mujer, de hombre no. 
—Convídalo tú, mi hijo,   a las tiendas a feriar, 
si Don Martín es mujer,   las galas ha de mirar. 
Don Martín como discreto,   a mirar las armas va: 
—¡Qué rico puñal es éste,   para con moros pelear! 
—Herido vengo, mi madre,   amores me han de matar, 
los ojos de Don Martín   roban el alma al mirar. 
—Llevarasla tú, hijo mío,   a la huerta a solazar; 
si Don Martín es mujer,   a los almendros irá. 
Don Martín deja las flores,   un vara va a cortar: 
—¡Oh, qué varita de fresno   para el caballo arrear! 
—Hijo, arrójale al regazo   tus anillas al jugar: 
si Don Martín es varón,   las rodillas juntará; 
pero si las separase,   por mujer se mostrará. 
Don Martín muy avisado   hubiéralas de juntar. 
—Herido vengo, mi madre,   amores me han de matar; 
los ojos de Don Martín   nunca los puedo olvidar. 
—Convídalo tú, mi hijo,   en los baños a nadar. 
Todos se están desnudando;   Don Martín muy triste está: 
—Cartas me fueron venidas,   cartas de grande pesar, 
que se halla el Conde mi padre   enfermo para finar. 
Licencia le pido al rey   para irle a visitar. 
—Don Martín, esa licencia   no te la quiero estorbar. 
Ensilla el caballo blanco,   de un salto en él va a montar; 
por unas vegas arriba   corre como un gavilán: 
—Adiós, adiós, el buen rey,   y tu palacio real; 
que dos años te sirvió   una doncella leal!. 
Óyela el hijo del rey,   trás ella va a cabalgar. 
—Corre, corre, hijo del rey   que no me habrás de alcanzar 
hasta en casa de mi padre   si quieres irme a buscar. 
Campanitas de mi iglesia,   ya os oigo repicar; 
puentecito, puentecito   del río de mi lugar, 
una vez te pasé virgen,   virgen te vuelvo a pasar. 
Abra las puertas, mi padre,   ábralas de par en par. 
Madre, sáqueme la rueca   que traigo ganas de hilar, 
que las armas y el caballo   bien los supe manejar. 
Tras ella el hijo del rey   a la puerta fue a llamar.









1 comentario:

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